lunes, 1 de febrero de 2010

El Hereje. Miguel Delibes

`El hereje´ de Miguel Delibes


La figura de El Hereje corresponde a un acomodado comerciante de pieles y lanas vallisoletano llamado Cipriano Salcedo. Nacido el Día de la Reforma, es atraído por la predicación del doctor Cazalla, recibiendo la fe evangélica y llegando a formar parte de uno de los primeros grupos protestantes que hubo en nuestro país. Todo esto en una España dominada por la Inquisición, sin libertad religiosa, y en que “la afición a la lectura ha llegado a ser tan sospechosa que el analfabetismo se hace deseable y honroso” (pág. 43). Es una criatura compleja, marcada por la orfandad, el maltrato paterno y su fracaso conyugal.

LUTERANOS EN CASTILLA
Este libro está dedicado a Valladolid, que con Sevilla fue el principal foco de la Reforma en España. No sabemos exactamente su origen, ni cuál era su relación con el extranjero. Delibes empieza su libro con un supuesto viaje del protagonista, enviado por el doctor Cazalla a visitar a Melanchton, para conocer así de primera mano lo que estaba pasando en Alemania, pero no debemos olvidar que la capital castellana era en aquellos tiempos de Carlos V, residencia real. El grupo protestante de Valladolid era de más elevada posición social e intelectual que en Sevilla. La fe evangélica aparece en un grupo de clase culta y rica de Castilla, entre gente perteneciente a la aristocracia, el alto clero y una ascendente burguesía. Familias enteras como los Cazalla o los Rojas son alcanzadas por el Evangelio, así como comunidades completas como la del convento de Belén en Valladolid.

Según parece el movimiento en Valladolid y Zamora nace en la Rioja por medio de Don Carlos de Seso, caballero de Verona que tenía su residencia en el pueblo de Villamediana. Antes había sido corregidor en Toro y oficial del ejercito imperial. Estaba casado con Isabel de Castilla, que era familia del obispo de Calahorra y del deán de Toledo, por lo que parece que estuvo en Trento, y oyó predicar sobre la justificación por la fe en Italia, aunque su nombre está siempre unido al de Agustín Cazalla.

Los Cazalla eran de origen judío. Agustín era hijo de un contador real de considerable fortuna. Su madre, Leonor de Vivero, reunía al grupo en su casa de Valladolid. Agustín era canónigo en Salamanca. Fue hecho capellán de Carlos V, y era conocido por su predicación, que a Salcedo le gustaba escuchar en Valladolid. Viaja por Alemania y Flandes, mientras su hermano Pedro es cura en Pedrosa. Por él entra en contacto Cipriano con la comunidad protestante. La narración que Pedro Cazalla le hace a Salcedo de su contacto con Seso, y la entrevista que éste mantiene con Bartolomé Carranza sobre la existencia del purgatorio, viene del testimonio del propio párroco en su declaración ante la Inquisición en mayo de 1558.

Pedro Cazalla cuenta en el proceso como Don Carlos le dijo “que quien cree en Jesucristo recibe la vida eterna; que es imposible al pecador salvarse a sí mismo y que debemos aceptar la pasión y muerte de Cristo como don del Padre mediante la fe, como ocurridas para nosotros; y además, que las buenas obras cristianas deben ser el fruto de una fe viva”. El párroco le dice al Tribunal: “Yo acepté esta doctrina, porque me hizo amar a Dios y confiar en él, y al mismo tiempo no me hizo olvidar el bien, sino más bien buscarlo”. Y así también acepta Salcedo ”que el sacrificio de Cristo tiene mayor valor para redimirme que mis buenas obras por desprendidas que sean” (pág. 27).

El personaje de Delibes aparece fascinado en la comunidad por la belleza de Ana Enríquez, que la relación del auto de fe llama “moza hermosa”. El historiador Llorente dice que había leído a Calvino y Ponce de la Fuente, aunque no tenía más que 23 años. Era hija de un marqués, que convierte El Hereje en el último amor de Salcedo, aunque su nodriza reaparezca en un curioso apéndice a modo de declaración inquisitorial al final del libro. La historia sentimental del personaje se cierra así en un circulo que no es en definitiva más que una manifestación de la radical soledad humana.

A las reuniones asistía también un joyero llamado Juan García. Su esposa observa sus salidas por la noche, siguiendole un día, y delatando al grupo a la Inquisición. Su propio marido va a morir así en uno de los autos de fe que se hicieron contra esta comunidad en 1559, después de que el inquisidor Fernando de Valdés mandará apresar a todos ellos. Carlos V estaba en Yuste cuando recibió la noticia. Escribió a su hija, la regente Juana, para instar a un castigo ejemplar, y lo mismo pidió a su hijo Felipe II, al que tampoco faltó voluntad para acabar con la herejía.

El primer auto de fe en la Plaza Mayor de Valladolid fue el 21 de mayo y el segundo el 8 de octubre

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