miércoles, 25 de abril de 2018

‘Grândola, Vila Morena’

‘Grândola, Vila Morena’, la canción con la que se inició la Revolución de los Claveles hace 44 años

El levantamiento popular portugués comenzó tras sonar en la radio la canción de José Alfonso

Soldados y civiles celebran la victoria del levantamiento militar que acabaría con la dictadura de Marcelo Caetano.
Soldados y civiles celebran la victoria del levantamiento militar que acabaría con la dictadura de Marcelo Caetano. FOTO DE ARCHIVO
"Grândola, villa morena, tierra de fraternidad, el pueblo es quien más ordena dentro de ti, oh, ciudad". Estos fueron los versos, en su versión original en portugués, que dieron inicio a la Revolución de los Claveles en Portugal hace 44 años. Se trata de la canción Grândola, Vila Morena de José Alfonso, prohibida por el régimen dictatorial de Antonio de Oliveira Salazar, que dominaba el país luso desde 1926. En la madrugada del 25 de abril de 1974, el pueblo portugués se mantenía expectante a la espera de escuchar las dos señales pactadas por el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) para comenzar la sublevación contra el poder establecido.
En primer lugar, sonó a las 22.55 del 24 de abril, E depois do Adeus, de Paulo de Carvalho, transmitida por el periodista João Paulo Diniz de la Rádio Emissores Associados de Lisboa. A las 00.25, ya del día siguiente, la Radio Renascença, emisora católica portuguesa, transmitió la canción de Afonso. Esa era la segunda señal y con ella se indicaba que debían ocupar los puntos estratégicos del país. En las horas siguientes, la dictadura se derrumbó.
El artista portugués compuso esta canción como homenaje a la Sociedad Musical Fraternidad Operaria Grandolense de la villa portuguesa de Grândola. El 17 de mayo de 1964 Zeca actuó en esta ciudad y fue una actuación muy importante para el artista. Primero, porque conoció al guitarrista Carlos Paredes, además de quedar impresionado por la conciencia y madurez políticas de los miembros de esta Sociedad Musical y sus escasos pero bien aprovechados recursos.
El tema fue incluido en el álbum Cantigas de Maio, grabado en Francia entre el 11 de octubre y el 4 de noviembre de 1971. Fue la quinta canción del disco, que contó con los arreglos y dirección musical de José Mário Branco.
Tras el levantamiento, se convirtió en un símbolo de la revolución y de la democracia en Portugal, se ha versionado varias veces. El mismo año del levantamiento, la cantante de fados y actriz portuguesa, Amália Rodrigues, quiso interpretar la suya. Mientras que, años más tarde, el grupo de rock brasileño 365 lo hizo bajo el título de Vila Morena. En España, Reincidentes, el grupo de música rock y punk sevillano que aborda en sus canciones siempre temas de crítica social, política y religiosa, aportó a la canción de Alfonso su toque heavy.
Una de las más nuevas versiones es la entonada por Dulce Pontes para su último álbum Peregrinaçâo. La mayor representante del fado, que ha actuado junto a Ennio Morricone, Giorgos Dalaras, Andrea Bocelli o José Carreras, consigue con su melancólica voz una de las versiones más bonitas hasta la fecha.
Sin embargo, esta canción no solo sigue vigente en la música, también lo hace en la política. En las manifestaciones de septiembre de 2012 por los recortes del gobierno portugués de Pedro Passos Coelho, los manifestantes entonaron Grândola, Vila Morena como himno de las protestas. Meses después, cuando el primer ministro Passos Coelho empezaba su intervención en una sesión de control al gobierno, fue interrumpido por gente que conformaba el movimiento Que se lixe a Troika que, apostada en las tribunas del público de la cámara portuguesa, volvió a cantarla.
Poco tiempo después, varios manifestantes del movimiento 15-M en España también se manifestaran a los compases de José Afonso. Este mismo año, diputados y senadores del PDeCAT y de ERC despidieron con los sones de la canción al presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, que pronunció un discurso en el Congreso ante ambas Cámaras.

La Modelo de Barcelona




10 cosas que tal vez no sabías sobre la Modelo de Barcelona
Tras 113 años, han echado el cierre a la Modelo de Barcelona. Sin embargo, las huellas de los internos están impresas en cada espacio. Un centro penitenciario puede ser también espejo de la historia
(FUENTE: REVISTA HISTORIA Y VIDA).- La historia de la Modelo arrancó en el siglo XIX. La ciudad bullía en aquella primavera de 1888. Barcelona inauguró en abril una gran Exposición Universal. La sede anfitriona se abría al mundo, y por ello la capital catalana se dispuso a presentar el aspecto de una ciudad de vanguardia.
Su trazado urbano había experimentado un cambio de fisonomía tras el derribo de las murallas y la aprobación del plan Cerdá de reforma y ensanche. Precisamente en el Ensanche, ese nuevo escenario, se planeó la instalación de diversos equipamientos sociales, como un gran hospital (el Clínico), un matadero, un parque de bomberos... y una cárcel “modelo”, llamada así por las condiciones pretendidas para el futuro centro.
El 3 de junio de 1888 se puso la primera piedra de esta prisión, pero tardaron dieciséis años en levantar los muros del recinto y adecuar las celdas previstas para los internos.




1. Una cárcel ejemplar
La nueva prisión debía suponer un referente, según su ideólogo, Pere Armengol i Cornet, un magistrado de la Audiencia de Barcelona que abogaba por un cambio de rumbo radical en el internamiento y la reinserción de condenados.
Para ello, sus arquitectos Josep Domènech i Estapà y Salvador Vinyals viajaron por Europa con el fin de conocer el funcionamiento de otras penitenciarías. A diferencia de los centros de reclusión tradicionales, en los que dominaban el caos y el hacinamiento, los impulsores del nuevo proyecto consideraban que la cárcel inaugurada en 1904 sería un ejemplo de regeneración para el preso, basado en el aislamiento, la práctica religiosa y la instrucción. Así como un garante de seguridad.
2. «El ojo que todo lo ve»
El edificio se inspiró en la teoría del panóptico, un nuevo concepto de arquitectura carcelaria ideado por el británico Jeremy Bentham a finales del siglo XVIII. Bentham había introducido con este elemento el concepto de la dictadura de la mirada. La vigilancia del preso desde un único punto central de observación, “el ojo que todo lo ve”, controlaría cualquier movimiento en el recinto.
En el caso de la Modelo, el panóptico permitía supervisar las seis galerías de la prisión, que confluían como los brazos de una estrella de mar en la rotonda central. En cada una de estas galerías se concentrarían internos con unas características comunes. La unidad básica era la celda, que originariamente iba a ser individual.
3. El «Hotel Entença»
En un principio se llegó a hablar del centro como «Hotel Entença» (calle donde se encuentra la fachada principal de la cárcel), por las condiciones y servicios básicos que se proyectaron (comedor, enfermería, celdas dotadas de ventana, cama y lavabo, luz eléctrica y agua corriente), la nueva cárcel pronto dejó de ser un establecimiento modélico. Prevista para unos ochocientos reclusos, su capacidad se vio pronto superada, y el progresivo ingreso de internos se convirtió en una fuente de conflictos.
4. La llegada del garrote vil
En 1908 tuvo lugar la primera ejecución por garrote vil en la Modelo. El sentenciado fue Joan Rull, un confidente de la policía y antiguo colaborador de grupos anarquistas. Junto a su familia había ideado un sistema para lucrarse con el miedo a las bombas, que colocaba y hacía explosionar (si los extorsionados no pagaban lo que requería) en céntricos lugares de la ciudad, lo que ocasionó una oleada de terror en Barcelona.
Por vez primera, no se permitió la asistencia del público al ajusticiamiento. No obstante, una gran multitud se concentró en los alrededores del recinto carcelario para ser testigos indirectos de aquel morboso acontecimiento.
5. Los presos «gubernativos»
Con el nombramiento del general Martínez Anido como gobernador civil de Barcelona en 1920 vino una fuerte política de represión. Fueron detenidos y encarcelados en la Modelo muchos presos «gubernativos», es decir, que no habían sido condenados ni procesados por la justicia. Entre ellos, el dirigente de la CNT Salvador Seguí, el Noi del Sucre, y el abogado republicano Lluís Companys, futuro presidente de la Generalitat. Llegaron asimismo nuevas ejecuciones por garrote vil, las primeras desde la muerte de Joan Rull.



6. Los privilegios de la quinta
La quinta galería contaba con celdas preferentes, destinadas básicamente a médicos y distintos profesionales liberales retenidos por cuestiones políticas. Estos reclusos, tras pagar una cuota, podían gozar de ciertos privilegios, como luz eléctrica hasta las diez de la noche. El doctor Baltà, un interno preventivo, convirtió su celda en una biblioteca, donde disponía incluso de un aparato de radio. Allí escribió sus Monografías médicas.




7. Intercambio de papeles
El 19 de julio de 1936, cuando se inició la insurrección militar en la península, la Modelo contaba con 851 internos, la mayor parte detenidos por delitos comunes. Aquella misma tarde, con la presencia de milicias anarquistas, todos los reclusos abandonaron la cárcel. Tres semanas después, la Generalitat se hacía cargo de la competencia de prisiones.
Lo cierto es que, a lo largo del conflicto, el centro se llenó de nuevo. Como afirma el historiador Pelai Pagès, «la prisión vivió durante la Guerra Civil una etapa excepcional de su historia. Pasaron a ser huéspedes de la Modelo personas poco habituales de este tipo de establecimientos: gentes de orden y de derechas, militares y sacerdotes...». Algunos preferían no salir de prisión porque se sentían más protegidos.
8. Los años de plomo
En 1940, al inicio de la dura posguerra, la población reclusa alcanzó la desmesurada cifra de 13.000 presos. El hambre, la miseria, el hacinamiento, la enfermedad, la muerte... determinaron los primeros años del franquismo, marcados por la represión al bando perdedor.
Según el historiador Manel Risques: «La Modelo era el espacio de angustia donde los condenados a muerte en consejos de guerra esperaban que llegara el preceptivo enterado de Franco para cumplir la sentencia o la hipotética conmutación de la pena inferior, 30 años de prisión».
El perfil de los presos abarcaba un amplio espectro. Desde la disidencia política hasta la orientación sexual. Con el paso del tiempo, se sumaron delincuentes comunes, algunos de los cuales estaban asociados a otra clase de delitos, como el narcotráfico, el fraude financiero o la pertenencia a redes mafiosas.
En 1974, en los estertores de la dictadura, la prisión fue escenario de la última ejecución por garrote vil en la persona de Salvador Puig Antich. Miembro del Movimiento Ibérico de Liberación, fue condenado a muerte por el homicidio de un subinspector de policía en el tiroteo producido durante el operativo de su detención junto a otros miembros del MIL. Tuvo lugar en una dependencia interior del centro, en la que posteriormente se ubicó la paquetería.



9. La capilla gitana
De vez en cuando, en los oscuros años de la dictadura, en la Modelo había destellos de creatividad. Como cuando el artista Helios Gómez Rodríguez, un luchador antifranquista, pintó la «Capilla gitana» en la cuarta galería, donde entonces se situaba el corredor de los condenados a muerte.
La “Capilla” debe su nombre a los rasgos gitanos (como las raíces de su propio autor) de la Virgen y el Niño, que aparecían rodeados de unos ángeles de tez negra. Pidiendo clemencia entre alambres aparecen un grupo de presos políticos, famélicos y semidesnudos, alguno identificable. El mural, encargado por un sacerdote mercedario, fue parcialmente censurado en los años siguientes y definitivamente cubierto en 1998.
10. El declive del recinto
Con el fin de la dictadura y la llegada de la democracia, los motines se sucedían y las condiciones se degradaban por la falta de inversiones y las consecuencias derivadas del hacinamiento. Aquel período también tuvo sus nombres propios, como el de Juan José Moreno Cuenca, el Vaquilla, uno de los presos más famosos de la Modelo, que lideró, entre otros, el motín de 1984.
Su figura se asocia también a la heroína, una de las drogas que cobraron un fatal protagonismo entre los reclusos. Así como el sida, cuyos primeros casos empezaron a diagnosticarse cuatro años más tarde. Se intentó poner freno a la entrada de la droga acentuando la política paliativa (con metadona) y de reinserción.
Pese a los esfuerzos de adaptar la situación carcelaria a la realidad democrática, muchos han sido los factores que han llevado finalmente al cierre del centro. En 2017 se ha materializado este hecho, dejando atrás la historia de un edificio que ha visto reflejado entre sus muros más de un siglo de historia en blanco y negro.